Beat a la italiana

En los años cincuenta del siglo veinte surgió en los Estados Unidos la Generación Beat. Fue un fenómeno contestatario creado por un grupo de escritores estadounidenses. Consistió en el rechazo a los valores clásicos existentes a través del uso de las drogas, una gran libertad sexual y el estudio de la filosofía oriental. Esta corriente, que llegó al mundo entero, dejó su principal impronta en la contracultura o movimiento denominado hippie.

Francesco Guccini, cantautor italiano, figura entre los más representativos juglares en la tierra que ofreció al mundo 41 emperadores romanos y el perenne milagro del renacimiento. En Italia, Guccini destaca entre los más populares creadores musicales contracorriente de los años sesenta y setenta. Su debut oficial fue en 1967 con su LP Folk beat no. 1. En una larga carrera de cuatro décadas ha publicado más de cuarenta álbumes de canciones. Ha sido y es uno de los cantautores más sobresalientes que destaca por su desenfado y provocaciones mordaces: trovador que ha esgrimido y emplea su obra creativa contra todas las banderas. De su amplio repertorio he escogido su canción La envenenada, la cual a mi juicio se levanta para participar en el debate actual de los cubanos de las dos orillas que pone sobre el tapete qué papel desempeñan consignas y canciones.

La publico en mi blog para ponerla a la consideración y disfrute de mis amigos lectores.

La envenenada

Mas si yo hubiese previsto todo esto,
dado causas y pretextos, las actuales conclusiones,
créanme que por estos cuatro pesos,
esta gloria de mojón, no hubiera escrito canciones.
Está bien, lo admito, que me he equivocado,
y acepto el “crucifijo” y así sea.
Pido tiempo, soy de la raza mía,
por cuanto grande sea el primero que ha estudiado.
Mi padre en el fondo también tenía razón,
al decir que la pensión es verdaderamente importante.
Mi madre después de todo no se equivocó cuando dijo:
“Un laureado cuenta más que un cantante”.
Joven e ingenuo yo perdí la cabeza,
hayan sido los libros o mi provincialismo,
una pinga en el culo y acusaciones de ser un arribista.
Dudas de oportunista, es todo lo que resta.
Ustedes críticos, ustedes personajes austeros,
militantes severos, pido disculpas ante vuestra honorabilidad.
Pero nunca dije que con canciones se puede hacer
revoluciones, se puede hacer poesía.
Yo canto cuando puedo, como puedo,
cuando tengo deseos sin aplausos o silbidos.
Vender o no, no pasa entre mis riesgos,
no compren mis discos y escúpanme el rostro.
Según ustedes pero a mí qué cosa me jode
de asumirme la paja de estar aquí a cantar.
Gozo mucho más al emborracharme o también
a masturbarme o, al límite, a singar.
Si estoy de humor negro entonces escribo,
buscando dentro de nuestras miserias.
Habitualmente tengo que hacer cosas más serias,
construir sobre ruinas o mantenerme vivo.
Yo todo, yo nada, yo mojón, yo borracho,
yo poeta, yo bufón, yo anarquista, yo fascista,
yo rico, yo sin dinero, yo radical, yo diverso,
yo igual, negro, hebreo, comunista, yo maricón,
yo porque canto se embaucar, yo falso,
yo verdadero, yo genio, yo cretino,
yo solo aquí a las cuatro de la mañana,
la angustia, un poco de vino,
y el deseo de blasfemar.
Según ustedes ¿pero a mí quién me obliga a escuchar
si cualquiera tiene una obsesión?
Obvio, el médico dice “estás deprimido”,
ni siquiera en la taza del baño poseo mi momento.
Y yo siempre me dije que era un juego,
saber usar o no de un cierto metro.
Compañeros el juego se hace bien pesado,
cómprenme el trasero, yo lo vendo por poco.
Colegas cantautores, de mástiles derechos, que se venden en la noche
por unos miles de pesos.
Ustedes que son capaces, hacen bien en tener los bolsillos llenos,
y no solo los cojones.
¿Qué puedo decirles? Prosigan y adelante,
de todas formas habrá siempre, lo saben,
un músico fracasado, un pío, un teórico trasnochado, un don nadie o un cura a disparar burradas.
Mas si yo hubiese previsto todo esto, dado causas y pretextos,
quizás haría lo mismo.
Me gusta hacer canciones y beber vino, me gusta armar líos,
después de todo soy nacido pasmado.
Y por consiguiente adelante, y no me quito los paños,
que habitualmente llevo encima.
Tengo tantas cosas todavía que narrar para quien quiera escucharlas,
y al culo todo el resto.


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