El golpe maestro de Lezama Lima

“Se burlan de mí y yo sigo trabajando”, le confesó Lezama a su hermana, en uno de esos días en que estaba inmerso en los afanes de hallar en la arraigada y milagrosa poesía universal, su propia poesía, y, sobre todo, hacerlo, según él, desde el primer milagro lírico de su vida: el de su nacimiento.

La burla de los envidiosos de su quehacer literario, no detuvo ni dañó la infatigable creatividad de Lezama. Luego, en 1966, aparecía en La Habana su novela Paradiso que, en Cuba —sin desearlo el autor—, se constituyó en piedra de escándalo. El capítulo VIII de la novela, gracias a una rumorología más malévola que sana, fue calificado de obsceno. Ello, por supuesto, enturbió la inicial valoración de lectores y críticos sobre la obra. Otro calificativo que le endosaron a la novela fue el de impenetrable.

Sin embargo, después de ese estreno editorial de Paradiso en La Habana, bastante pueril, asustadizo y vulgar, la crítica internacional, múltiples ediciones y traducciones en varios idiomas, develaron ante los cubanos el verdadero talante de la singular fabulación de Lezama. Paradiso fue situada por el diario español de El Mundo, entre las cien mejores novelas escritas de habla hispana del siglo XX.

A mi juicio, tendrán que pasar muchos años para que algún escritor cubano pueda superar una novela como Paradiso. Sin duda, Paradiso es una auténtica obra de arte. Constituida de presupuestos poéticos inagotables —también históricos, filosóficos y culturales—, que sugieren renovar las técnicas narrativas del género, Paradiso se erige en auténtica fiesta del arte cubano, que se abre y encumbra desde Félix Varela hasta Nicolás Guillén, cobijada en la vasta cultura planetaria, y enfrentándose, además —por tratarse de Cuba y ello no escapó a la sensibilidad de Lezama—, a los verdugos foráneos y a sus disímiles enmascaramientos. Y donde siempre, al final, ese Paraíso propuesto a los hombres, se revela utópico y falseado.

El poeta Virgilio Piñera, en homenaje póstumo, le escribió a su amigo Lezama un soneto conmovedor.

EL HECHIZADO

A Lezama, en su muerte
Por un plazo que no puedo señalar
me llevas la ventaja de tu muerte:
lo mismo que en la vida, fue tu suerte
llegar primero. Yo, en segundo lugar.
Estaba escrito. ¿Dónde? En esa mar
encrespada y terrible que es la vida.
A ti primero te cerró la herida:
mortal combate del ser y del estar.
Es tu inmortalidad haber matado
a ese que te hacía respirar
para que otro respire eternamente.
Lo hiciste con el arma Paradiso.
—Golpe maestro, jaque mate al hado—.
Ahora respira en paz. Vive tu hechizo.

(9 de agosto 1976)


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