El poeta manzanillero

La vida no es cómoda para ninguno. Esto lo supo mejor que nadie el poeta manzanillero Yoel Mesa Falcón. Nacido en 1945, el poeta, narrador y ensayista se licenció en Letras Hispánicas por la Universidad de Oriente en 1975. Publicó varios libros:  «En el cofre de música el mar» (1996), «Todo el afán» (2000) y «Fabulaciones» (2003). Su novela inédita «Extraños en la noche» resultó finalista en los concursos «La ciudad y los perros» (2004) y «La Otra Orilla» (2006).

En La Habana trabajó en la revista «Temas». Ganó en 1987 el Premio uneac de Poesía por su poemario «El día pródigo». Pero en su labor creativa, Yoel Mesa desde temprano tuvo que bogar en contra de la corriente. Ello explica por qué siendo uno de los mejores poetas de su generación, su obra se publicó tarde. Por ejemplo, con su libro «Fabulaciones» había ganado el Premio David en 1985. El jurado, sin embargo, lo declaró desierto en el día que dio lectura al acta decisoria del concurso por indicaciones precisas de la dirección de la uneac de ese entonces. La censura oficialista —que emprendió «tarea tan desagradable y tan dura sobre el honor de las letras» como enjuiciara José Martí a la censura en el arte— le daba la primera dentellada al poeta, humillándolo hasta el fondo.

Luego a Yoel le darían el Premio Julián del Casal, pero este reconocimiento no pudo sanar sus heridas en cuanto al despojo del Premio David. Con todo, fue un duro golpe para el poeta, pues él ya se había enterado por vía sotto voce que el jurado del concurso le había otorgado el referido Premio David y esa primicia rumorosa, ciertamente, le hizo vivir fugaces momentos de intensa alegría. Gracias a su amigo, el escritor Francisco López Sacha, «Fabulaciones» fue editada finalmente por la uneac en 2003. Y no solo «Fabulaciones», sino una antología de su obra, la cual prologó el propio Sacha. También fue antologado en Cuba por Norberto Codina en su formidable antología de la poesía cubana de los 80 publicada por Ediciones Unión. Yoel es quien abre esa antología que se denomina «Los ríos de la mañana».  

Dicen sus amigos poetas que Yoel Mesa poseía un lirismo excepcional y que trenzaba su obra con la tradición literaria cubana y con los ecos poéticos y religiosos del grupo Orígenes. El poeta no era comunista. Era católico. Era, por  demás, homosexual. Imaginemos a la sazón los desgarramientos del poeta al tener que enfrentar y sufrir la intolerancia ideológica en cuanto a su labor artística y la homofobia que lamentablemente imperaban en esos años.

Cuentan los amigos y admiradores que acudían a su casa en Manzanillo, que a esa morada la habían bautizado como «La cueva de los murciélagos». La vivienda estaba repleta de libros y carpetas que ocupaban todos los asientos y trepaban por algunas paredes hasta el techo. Dicen que en esa vivienda se propiciaban excelentes tertulias literarias y que Yoel, con el rostro calmado, por llevar en su mirada una observación penetrante, con su talante de aire noble y sacerdotal cual si viviera en la cima de una montaña, deambulaba día tras día con papel y lápiz consigo, a fin de escribir todas las ideas que capturaba su genio poético.  

El poeta manzanillero Yoel Mesa se fue de Cuba en 1993. Encontró ayuda y trabajo en México gracias a los amigos y admiradores de su obra. Se fue como muchos cubanos que no encontraban opciones esperanzadoras en la Isla. El denominado «período especial» había hecho estragos en la vida del poeta. En México, el poeta cubano comenzó a trabajar en importantes publicaciones bajo el ala de una poderosa empresa televisiva.

Yoel Mesa fue designado para trabajar en el área de corrección y redacción de una serie de revistas pertenecientes a la referido grupo televisivo, pero cometió el error —remolcado sin duda por su patriotismo— de apartar exprofeso y no publicar con sigilo ciertos artículos que atacaban o dañaban a Cuba.

Cualquiera diría que el poeta manzanillero habría nacido para ser purgado en cualquier espacio, sin importar cuáles serían sus propios principios y fundamentos. Los interventores de otro sello, como la mala hierba, de nuevo iban a su encuentro para zaherirlo e impedirle el andar.

Un azaroso día Yoel Mesa fue llamado por los directivos de la empresa televisiva mexicana, y, luego de decirle que había violado la política editorial establecida para sus publicaciones, quedó despedido de su puesto de trabajo y lo pusieron, como suele decirse, de patitas en la calle. Se le pagó una suma considerable en el despido. Dinero que el poeta utilizó para la sobreviviencia mientras buscaba nuevo trabajo que lamentablemente nunca encontró.

Tiempo después el poeta manzanillero —pobre, enfermo, solo y abandonado— murió en un asilo de ancianos desvalidos en el país azteca en 2015.

En una consulta que le hice al maestro Sacha —quien recientemente obtuvo el Premio Nacional de la Crítica Literaria en Cuba por su excelente novela «El que va con la luz»— acerca de la vida y obra de Yoel Mesa, me dijo de modo resuelto y categórico: «Yoel y yo fuimos grandes amigos y a él le debo sin duda gran parte del acervo literario que poseo».

La vida de Yoel Mesa es conmovedora. Cumplió con el dictado martiano de que el poeta debe formar parte de los devorados y no de los voraces. De su obra, doy a conocer un poema que él tituló «Aniversario». Aquí lo publico para disfrute de mis amigos lectores. A juicio de Sacha, «Aniversario» es una joya creativa con la que Yoel Mesa cierra magistralmente su poemario «Fabulaciones».

 

Aniversario

Hace treinta nueve años

salía yo del vientre de esta mujer

que ahora cuela el café

emergía cual un monstruo marino

de sus entrañas

amanecía como ahora

las estrellas cayendo

Venus retirándose de escena

mientras yo entraba en ella

no traía los poemas conmigo

pero sí

seguramente

la sustancia de lo que están hechos

el centro yo de la atención de todos

con el primer llanto inaugurando la vida

hace hoy exactamente tantos

tantísimos años

ya no soy el centro de nada

el llanto no hace entrar el mundo

a mis pulmones

hace treinta y nueve años

salía yo del vientre de esta mujer

que ahora cuela el café

mientras caen las estrellas

tan hermosamente

como entonces.


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