El psicópata enamorado

El psicópata en mi mente tenía tanta fuerza dramática que bien pudo haber sido el protagonista de un cuento, pero decidí incluirlo en la trama de la novela Adiós Arizona. Realmente como personaje me resultaba demasiado atractivo para posponer su estreno. No era religioso y se casó por la iglesia. Enamorado hasta la ridiculez, a la novia (que creía más en Dios que en sí misma) le resultó sumamente fácil conducirlo ante el altar.

Jugando a las fabulaciones, el psicópata enamorado, de haber sido religioso, quizás se hubiese dedicado a trapichear, a fuerza de transacciones (como hacen muchos devotos), una vida devota con arrebatos de incredulidad por una vida impía con sobresaltos de fe.

En realidad ese psicópata enamorado de Adiós Arizona no entendía en lo más mínimo cómo funcionaba la vida en el corazón de los religiosos. Se dedicó por ello sólo a su esposa. Pero cuando su esposa lo apartaba o lo mandaba a freír espárragos, el psicópata enamorado asesinaba a las mujeres que encontraba a su paso (“para seguir viviendo y apartar el hastío”, decía) aunque previamente las seleccionaba al amparo de su retorcido gusto.

Varios amigos que han leído Adiós Arizona me han comentado que además de haberles gustado ese personaje, se les hizo inolvidable. Sin embargo, algunos lectores me critican que el psicópata enamorado, como personaje, no es totalmente creíble, dado que un enfermo mental no puede ajustarse a ninguna conducta de fidelidad amorosa.

A esos lectores debo aclararles que ese personaje fue extraído de la vida real. Específicamente de los diarios estadounidenses. Como asesino en serie llevaba treces muchachas asesinadas antes de ser atrapado por la policía de Texas. Como asevera un cura en la propia Adiós Arizona: “En el valle del Señor habitan personajes de todo tipo y carácter, y, tan increíbles como convincentes.”


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