No fue Carlos Marx

Cuando se lee o se escucha la frase “La religión es el opio del pueblo”, de inmediato se atribuye su autoría a Carlos Marx. Sin embargo, antes de que Marx la escribiera en 1848, varios pensadores, tales como Immanuel Kant, Herder, Feuerbach, Bauer, Hess y Heine, ya la habían empleado en sus trabajos. Heine, por ejemplo, en su ensayo de 1840 sobre Borne, había escrito: “Bienvenida sea una religión que derrame en el amargo cáliz de la sufriente especie humana, algunas dulces y soporíferas gotas de opio espiritual, y algunas gotas de amor, esperanza y creencia.”

Era la época, valga la aclaración, en que el opio se comercializaba y consumía legalmente entre los hombres y se le consideraba como una medicina importante.

Otro ejemplo: Hess, en su ensayo publicado en 1843, escribió: “La religión puede hacer soportable la infeliz conciencia de servidumbre, así como de igual forma el opio es de buena ayuda en agustiosas dolencias.”

De estos presupuestos precedentes, Marx planteó: “La miseria religiosa es, al mismo tiempo, la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura atormentada, el alma de un mundo desalmado, y también es el espíritu de situaciones carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo.”

Con este planteamiento se comprende, que Carlos Marx estaba muy lejos —todo lo contrario—, de hacer cruzadas en contra de los sentimientos y las vocaciones religiosas del ser humano.

En la novela Adiós Arizona, hay un personaje secundario que, además de ser marxista, es un religioso convencido que practica y defiende el catolicismo. Incluso auxilia al personaje protagónico, a Remy Rangel, en uno de los trances más dramáticos de su vida.


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