Ángel de la Jiribilla

En el Diccionario de Americanismos el vocablo «Jiribilla» significa en Cuba: «Niño inquieto, rápido y audaz». José Lezama Lima acuñó ese alias de Ángel de la Jiribilla a José Martí. Fundamentó esta valoración al sopesar las singulares circunstancias en que José Martí había caído en combate. Un hecho sin embargo que estremeció la sensibilidad de José Lezama Lima fue cuando supo que unos mambises, después de escuchar un discurso de José Martí, uno de ellos emocionado, comentó: 

     —No entendimos bien todo lo que nos dijo, pero estamos dispuesto a dar la vida por él.

Cronología de los días finales de su vida y muerte

Mayo 18. José Martí escribe su carta inconclusa a su amigo Manuel Mercado, conocida como su testamento político.

Mayo 19. Notifica al General en Jefe que la noche anterior había llegado Masó, quien, para dar descanso a la caballería, había continuado la marcha hasta la finca la vuelta grande, donde acampó. Se dirige hacia este sitio y ahí lo espera. Gómez se les une poco después de las 12 del día y en medio de gran entusiasmo los tres jefes arengan a la tropa. 

Mientras, el coronel José Ximénez de Sandoval, al mando de una columna de más de 600 hombres, recibe informes sobre la presencia de fuerzas cubanas en la zona de Dos Ríos, hacia donde se encamina, confiado en la superioridad numérica y de armamento a su disposición. Después del paso de Limones, la extrema vanguardia detiene al campesino Carlos Chacón, quien se acobarda y traiciona a los mambises: declara que recibió dinero para adquirir artículos y comestibles, y además sirve de guía. La tropa española avanza hasta Las Bijas, En el centro de los potreros de Boca de dos Ríos, donde se despliega estratégicamente y ocupa los posibles pasos de acceso y los flancos.

Una patrulla mambisa detecta al enemigo y avisa al campamento de Vuelta Grande. Gómez ordena montar y dice a Masó que lo siga con su gente. Se forma un grupo de vanguardia que cubre al galope los aproximadamente dos kilómetros que los separa del río Contramaestre. Al llegar a este, aunque está crecido, lo cruzan, en la ribera opuesta chocan con una avanzada enemiga de unos cuantos hombres, la mayoría de los cuales cae en combate. Hacen dos prisioneros.

El resto del contingente mambí continúa venciendo el obstáculo natural. Gómez ordena a Paquito Borrero cargar por el flanco derecho, mientras él lo hace por el izquierdo, pero las descargas cerradas de la fusilería española impiden el avance del General en Jefe, quién intenta reorganizar a sus hombres para volver a la carga. El combate se desarrolla por más de treinta minutos, pero se evidencia la falta de unidad y plan, por lo que el experimentado veterano ordena la retirada.

Antes de emprender la acción, el general había ordenado a José Martí que permaneciera a la saga; no obstante, este continúa la marcha al lado de Masó y dos de sus ayudantes, los hermanos Dominador y Ángel de la Guardia. Junto a este último, el Maestro realiza un movimiento que los aproxima a una escuadra española oculta por la alta hierba. Revólveres en mano, ambos patriotas avanzan, sin percatarse del peligro, hacia los emboscados, que disparan cuando los tienen cerca. El delegado cae de su caballo, herido por tres disparos que ponen fin a su vida.

Ángel de la Guardia escapa ileso, aunque su caballo resulta herido. Cuando logra salir del lugar donde los sorprendieron, ya una parte de las fuerzas cubanas se está retirando y el joven mambí se encuentra con Gómez, a quien comunica que José Martí ha quedado herido en el terreno. El general se lanza hacia donde supone que encontrará a su compañero, pero las descargas del enemigo lo obligan a detenerse y retroceder hasta juntarse con el general Masó, a quien ordena acelerar la retirada de la línea de ataque emprendida.

Una patrulla española encuentra el cadáver. Los papeles y el dinero que hayan en sus ropas les indican que se trata de una persona relevante, por lo que avisan a su jefe. Este ordena el traslado del cuerpo hasta donde lo identifica el capitán Enrique Sutué, oficial que conocía al dirigente revolucionario desde su estancia en Santo Domingo. Luego de atar el cuerpo sin vida al lomo de 1 caballo, la columna se pone en camino. 

Mientras, Gómez ha ordenado que parte de la tropa marche por un camino transversal, con el objetivo de salir al encuentro de los españoles en un lugar apropiado para el ataque de la caballería. Pero una zona pantanosa se les interpone y retrasa la marcha, de modo que cuando salen al camino donde esperan interceptar al enemigo ya éste ha pasado y continúa su rápida marcha por un terreno accidentado. El general envía varios tiradores para detener la columna, trabar combate y rescatar a José Martí, a quien supone aún con vida; pero Ximénez de Sandoval acelera la marcha y evita el encuentro. El grueso de la tropa mambisa no puede alcanzarlos, por las pésimas condiciones del camino, que impiden vencer la distancia que los separa.

A unos cinco kilómetros de los Ríos, el coronel español se detiene para concentrar su columna cerca de la tienda de una campesina nombrada modesta Oliva. Una vez reorganizadas las fuerzas, continúan la marcha.

Mayo 20. Entran en el poblado de Remanganaguas alrededor de las nueve de la mañana. El jefe enemigo ordena que entierren el cadáver en el cementerio local, sin cubrir formalidad alguna. Lo colocan en una fosa común, debajo del cuerpo de un militar español, en contacto directo con la tierra y prácticamente desnudo, pues le habían despojado de toda su ropa, excepto los pantalones. Seguidamente el coronel español da cuenta a sus superiores de la reciente operación militar y de los resultados.

El general Gómez hace llegar al jefe de la columna enemiga, sin consignar su nombre, pues los de pues lo desconoce, una carta en la cual pregunta si José Martí, herido en combate, se halla en su poder y, en caso de tuviese muerto, donde se encuentran sus restos. (No obtuvo respuesta, ni entonces ni nunca.)

Mayo 21. Ximénez de Sandoval se traslada con su tropa a Palma Soriano. En Santiago de Cuba, el comandante general del primer distrito de la provincia dispone, tras comunicarse con el mando superior de La Habana, que un médico militar se dirija a Remanganaguas para exhumar el cadáver, identificarlo y prepararlo para su traslado a la capital provincial, lo que es recomendado al doctor Pablo Aurelio Valencia y Forns. (Se han percatado de la trascendencia política de mostrar el cadáver y aparentar respeto hacia el que denominan ¨cabecilla insurrecto¨.)

Mayo 22. A partir de esa fecha el general Gómez continúa su avance hacia Camaguey, con el objetivo de extender la contienda a la región agramontina. Ximénez de Sandoval se traslada hacia San Luis. En el camino se encuentra con el doctor Valencia, pero es al llegar a su destino cuando decide cuando recibe las órdenes del mando superior, por lo que dispone el traslado de fuerzas a Remanganaguas. En este sitio le comunican al médico que para exhumar el cadáver tiene que presentar una autorización de aquel jefe militar. Envía al práctico que lo acompaña a buscar la orden exigida, con la que regresará al día siguiente.

Mayo 23. Al final de la tarde, proceden a la exhumación del cadáver. El doctor Valencia le practica un reconocimiento general para consignar su identificación y las heridas que causaron su muerte. El estado de descomposición en que se encuentra, tras permanecer más de setenta dos horas en contacto directo  con la tierra húmeda, imposibilita llevar a cabo la autopsia y el embalsamiento para el traslado. El cuerpo es colocado en un tosco ataúd construido en el lugar. Desde el amanecer avanza desde San Luis hacia Palma Soriano una columna de más de seiscientos hombres, encabezada por el teniente coronel Manuel Michelena, con la misión de escoltar los restos de Martí. Por su parte, Ximénez de Sandoval llega a Santiago de Cuba con parte de la tropa.

Mayo 24. Las fuerzas de Michelena avanzan desde Palma. Se enfrenta a un grupo de mambises atrincherados que ofrecen poca resistencia, y a tres ataques de combatientes cubanos. Llegan a Remanganaguas al atardecer.

Mayo 25. El féretro es colocado sobre andas, entre dos mulos, para ser transportado a Palma Soriano. La escolta que lo conduce es tiroteada por insurrectos cubanos en dos puntos del recorrido. La columna llega a su destino y el ataúd es colocado en el parque del pueblo, donde permanece expuesto al público durante varias horas. Luego lo trasladan al cuartel de las milicias locales.

Mayo 26. La columna española avanza hacia San Luis.. Ante la presencia de caballería mambisa en El Paraíso, Michelena pide apoyo, y recibido este logra enfrentar a la tropa de Quintín Bandera, que decidiste ante la superioridad enemiga. Se continúa la marcha. Al llegar al poblado, el sarcófago es situado en el patio del cuartel.

Posteriormente lo llevan hasta la estación del ferrocarril y es colocado bajo un árbol, donde permanece en espera al tren de pasajeros, al que le agregan un carro de carga para transportarlo hasta la capital provincial, ciudad a la que llegan alrededor de las seis de la tarde. Evitan, aprovechando las horas de la noche, la posible aglomeración de público durante el traslado al cementerio de Santa Efigenia. En la necrópolis se establece una fuerte vigilancia, en previsión de un intento de rescate por parte de los patriotas santiagueros. El pueblo permanece silenciosamente estremecido por la pérdida irreparable del máximo dirigente del Partido Revolucionario Cubano.

Mayo 27. Se procede se procede a dar sepultura al organizador y guía de la nueva guerra en el cementerio de Santa Efigenia. En un gesto demagógico, el coronel Ximénez de Sandoval pregunta si algún familiar o amigo desea despedir el duelo, y ante el lógico silencio pronuncia unas palabras con las que pretende borrar su proceder indigno con el cadáver que mereció en todo momento el más respetuoso tratamiento. El cuerpo sin vida es situado en el nicho número 134 de la galería sur de la metrópolis de Santiago de Cuba.  

Homenaje en campaña

En septiembre de 1895, el presidente del Consejo de Gobierno cubano, Salvador Cisneros Betancourt, confía a Enrique Loynaz del Castillo la misión de precisar y marcar el lugar exacto donde fuera muerto el Delegado del Partido Revolucionario Cubano. Loynaz se traslada a Dos Ríos y, en compañía de José Rosalio Pacheco, determinaron el sitio donde había caído José Martí cuatro meses antes.

Cerca de un año después, en agosto de 1896, el general en jefe Máximo Gómez y el mayor general Calixto García, con sus escoltas y estados mayores, visitan el lugar. El día 9, en horas de la tarde, se reúnen las fuerzas mambisas comandadas por ambos veteranos en el sitio marcado. Gómez pide que cada combatiente coloque una piedra en el lugar donde había caído el Maestro. Poco después un túmulo, a modo de obelisco, se eleva en medio del campo.

La tumba del Héroe  

Años más tarde, el 24 de febrero de 1907, los restos, colocados en una urna metálica, fueron llevados a un templete en cuyo frente fue colocada una columna con el busto de José Martí. Se le rindieron honores de mayor general muerto en campaña. Con el fin de construir un nuevo mausoleo, se depositaron en el Retablo de los Héroes, en la propia necrópolis, desde septiembre de 1947 hasta el 19 de junio de 1953, cuando fueron trasladados al monumento donde se encuentran actualmente.

Se muestra ahora el Ángel de la Jiribilla

Asoma ahora  nuestro, el llamado para la invocación final ángel de la jiribilla. Igual, por lo menos, al ángel de la Bética; superior a la lucha entre el ángel y el duende, en que éste riega con niebla y con espíritu de lo errante las alas intermedias.

Ángel nuestro de la jiribilla, de topacio de diciembre, verde de hoja en su amanecer lloviznando, gris tibio del aliento del buey, azul de casa pinareña, olorosa a columna de hojas de tabaco.

Ángel de la jiribilla, en el asombro, en el perplejo suave. No asombro mofletudo del Eolo. No perplejo en cariátide entre la guayaba aromosa y los reflejos de la bandeja de plata martillada en la frente. Asombro que encuentra el círculo del cocuyo para exorcizar la medianoche. Perplejo que enarca la cola del gallo, para no confundirse en la manera cegadora. Perplejo que encuentra a la pluma verde de la cola del gallo.

Jiribilla del paroxismo, de la hondura del frenesí frente a la muerte. Jiribilla que asusta a la muerte y la obliga a la arrecida de la hoja del barbero clásico. Que le hace un cuento a la muerte, que le saca los dientes de ajo para su secuestro en caballo ligero. Rapto de la muerte en caballo pequeño sobre un tambor que llora, que rota en sentido contrario al de las agujas del reloj.

Ligereza, llamas, ángel de la jiribilla. Mostramos la mayor cantidad de luz que puede, hoy por hoy, mostrar un pueblo en la tierra. Luz que lleva en sí misma su vitral y su harnero. Luz que encuentra siempre su ojo de buey, para descomponerse en la potencia silenciosa de la resaca lunar.

Jiribilla, diablillo de a ubicuidad. Simultaneidad en las estaciones, que unen el oro y el gris, como dos brazos. Como dos brazos que alzan la libertad en el espacio medio de los cuadrados de color y en el tiempo del sueño. Jiribilla inmóvil de la tortuga nuestra, que cuando se encoleriza le arranca un jarrete al toro. Tan venerable la tortuga nuestra como la llamada tortuga Pei Hi, en el Pabellón de la armonía suprema en el palacio imperial de Pekín, cuyo rostro esboza un gesto amenazador y terrible, a pesar de que aspira a la longevidad. Lección que aprendemos de la helénica luz, que Aquiles, el de los pies veloces. Pero hay que tener los pies veloces como la luz.

Jiribilla, hociquillo simpático. Simpatía de raíz estoica. Fabulosa resistencia de la familia cubana. Arca de nuestra resistencia en el tiempo, cinta de la luz en el colibrí, que asciende y desciende, a la medida del hombre, como un templo, con la luz instrumentada por Anfión, del linaje de Orfeo.

Sal de la salamandra, agujereando el fuego, incansable, caída al mar en la bahía de los hielos. Ángel de la jiribilla, que cambia la salamandra en la iguana del taíno, de lengua con los colores de la llama larga como un brazo, que lleva su braza a los tinajones, donde de noche se guarda el sol.

Ángel de la jiribilla, ruega por nosotros. Y sonríe. Obliga a que suceda. Enseña una de tus alas, lee: realízate, cúmplete, sé anterior a la muerte. Vigila las cenizas que retornan. Sé el guardián del etrusco potens, de la posibilidad infinita. Repite. ¨Lo imposible al actuar sobre lo posible engendra un posible en la infinidad¨. Ya la imagen ha creado una causalidad, es el alba de la era poética entre nosotros. Ahora podemos penetrar, ángel de la jiribilla, en la sentencia de los Evangelios; llevamos un tesoro en un vaso de barro. Ahora, ya sabemos que la única certeza se engendra en lo que nos rebaza. Y que el icárico intento de lo imposible es la única seguridad que se puede alcanzar, donde tú tienes que estar ahora, ángel de la jiribilla.

José Lezama Lima, La Habana, Universidad de La Habana 1959.

Estimados lectores:

Resulta impresionante la inagotable grandeza humana de José Martí. La admiración y el asombro se apropian de nuestra sensibilidad cuando examinamos cómo fueron los últimos días de la existencia del Maestro y su aleccionadora manera de enfrentar la muerte. Por demás, el itinerario de sus restos mortales a manos de las fuerzas militares de la España colonialista fue indigno.

La devoción de los grandes poetas (como Rubén Darío y Lezama Lima, entre otros) levantó el vuelo aristotélico y religioso hasta rendirle el mejor homenaje. Nuestro Lezama Lima se irguió con su desbordada prosa poética donde nos inventa y recrea en honda cubanidad a José Martí como el Ángel de la Jiribilla, en 1959, convencido de que el Maestro, como preciado misterio, siempre acompañará a los cubanos.

Finalmente, les recomiendo la lectura de los siguientes libros del Maestro:

1.- La edad de oro

2.- Nuestra América

3.- Los versos sencillos

Atentamente

El Autor.          


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