La calavera de cristal (I)

Estimado lector:

A continuación describo las motivaciones que me llevaron a escribir la novela «La calavera de cristal»

1)

No fue difícil para mi hermano Omar persuadirme en cuanto a narrar «La calavera de cristal». Acababa de darle a leer mi cuento «El primer romántico». Este breve relato trataba precisamente una tormentosa y atractiva historia de amor en medio de los acontecimientos de la toma de La Habana por los ingleses en 1762. Mi hermano insistía en que era mejor escribir una novela donde el contenido del cuento referido fuera el pretexto o la trama de esa larga narrativa. Y así lo hice. Articulé el proyecto de la novela, y, entre otros propósitos, me di a la tarea de investigar a fondo los libros y documentos históricos que examinaban ese alejado acontecimiento del siglo XVIII, conocido también como el «Siglo de las Luces».

Conocer desde temprana edad que nuestra ciudad de La Habana estuvo en poder de los ingleses por término de un año, constituye un hecho que queda grabado en la memoria de todo cubano como página enigmática. Se puede pensar, por qué no, que en aquel 1762, La Habana pudo haber sido una definitiva ciudad gemela de la otrora Port Royal, hoy Kingston, capital de Jamaica. 

No resulta demasiado aventurado pensar que, quizás, en aquel giro de la historia, bien pudimos no solo haber mudado de piel, sino, incluso, toda la caja del cuerpo. En otras palabras, pudimos haber sido colonizados por Inglaterra. Ya sabemos que eso al final no sucedió. La Habana, como conocemos, en el conflicto bélico fue canjeada por la Florida al amparo de una negociación de paz entre Inglaterra y España. Las guerras entre los imperios, eso ya se sabe, es un jugoso negocio como otro cualquiera. 

Si conocemos, además, que La Habana de ese entonces era una de las ciudades más populosas e importantes de aquel llamado Nuevo Mundo —comparada con ciudades con ciudades como Boston, Nueva York y Filadelfia—, podemos deducir que en esa mitad del denominado «Siglo de las Luces» en nuestra Reina de las Indias Occidentales —como se le llamaba a La Habana por su importancia geográfica— se fraguaban, por fortuna, los primeros tartamudeos de la futura nacionalidad cubana.

Estas premisas, sin duda, ofrecen al narrador atractivas exaltaciones para lanzarse en la aventura de adivinar, o tratar de adivinar, mejor sería decir, cómo fue ese misterioso pasado histórico.

2)

Luego sabemos que desde el siglo XVIII nos llegó hasta nuestros días, el mítico ejemplo de Pepe Antonio. Al decir de los historiadores, fue el primer criollo decidido a atacar con saña a los invasores ingleses. Se dice que fue el guerrero que llevó a cabo «la primera carga al machete». Junto a él descollaron los criollos Chacón y Aguiar. También destacaron como héroes el español Velazco, comandante del Castillo del Morro, y el almirante inglés Hervey. Los historiadores nos dicen, finalmente, que los criollos, pero muy en especial Pepe Antonio, fueron traicionados por el mando español.

Basados en estos hechos, como ya dije, decidí escribir la novela «La calavera de cristal». Consciente de que el narrador no cuenta los hechos estrictamente fidedignos o al pie de los sucedidos, pues esa es labor de los historiadores, sino que el narrador a través de los personajes elabora una ficción que ofrece al lector una atractiva historia donde se humaniza a través de los acontecimientos hasta convertirse en increíble pero atractivo y convincente sucedido. El narrador no cuenta los hechos históricos, sino que los toma como escenarios de fondo, donde se desarrolla su fabulación.

Entonces me di a la tarea de realizar una acuciosa investigación de la época y en la medida en que ahondaba en ella, se acrecentó en mí el deseo de hacer la novela. En mi poder cayeron valiosos volúmenes: una novela del habanero Álvaro de la Iglesia, escrita en 1901, titulada «Pepe Antonio». Novela bien escrita en cuanto a la religiosidad imperante en aquellos años y sus costumbres, aunque lamentablemente defectuosa, dado que en la narración no aparece el héroe criollo que le da título a la ficción.

Otro libro fue el del periodista matancero Antonio J. Valdés, nacido justamente en 1762 y que hizo en su alegato un bosquejo de cómo fueron los denominados «artículos de la capitulación», colegiados entre españoles e ingleses. También consulté los libros de los historiadores César García del Pino, del prestigioso Ramiro Guerra y conté con las valiosas conversaciones sostenidas con el maestro Imeldo Álvarez que me permitieron perfilar costumbres culturales de aquellos años.

3)

La historia se ocupa y analiza la sociedad humana en lo tocante a su organización social, movimientos, causas y resultados. La literatura, sin embargo, se ocupa de abordar los conflictos del ser humano, sus esperanzas, sueños y frustraciones. Por tanto, al darme a la tarea de trazar cuál sería la trama y desenlaces dramáticos de la novela —con personajes de ficción entremezclados con los reales— tuve mucho cuidado en respetar el régimen histórico investigado, tanto en Europa, del Nuevo Mundo y de La Habana; así como también perspectivas y objetivos imperiales de España e Inglaterra en sus propósitos de atacar y defender La Habana.

Traté por todos los medios a mi alcance de esquivar los consabidos maniqueísmos, que infelizmente dañan cualquier tipo de narración. La Habana en 1762 era un paradójico «almacén y hervidero» —para llamarle de algún modo— de diversas razas y disímiles culturas opuestas. Por consiguiente, hice el intento de darles el justo lugar a todos los rivales y copartícipes a lo largo de toda la fabulación: catalanes, canarios, vascos, gallegos, asturianos, madrileños, africanos, italianos, ingleses, mexicas y criollos que participan afanosos en el suspense, donde se mezclan atractivos ingredientes del amor, el crimen y el espionaje.

La trama y subtramas de la novela apuntan a una hermosa historia de amor, trenzada románticamente por parte de sus personajes protagónicos. Luego los secundarios redondean el argumento central de la fábula, que evoca el rechazo a las guerras coloniales y el irrenunciable amor a la libertad. El título de la novela refiere un hecho periférico. Se trata de una valiosa de calavera de cristal, esculpida por los mayas y mexicas para la práctica de sus ritos religiosos. Han sido encontradas muy pocas: unas trece en total. La de mejor acabado y perfección se exhibe actualmente en un museo de Londres.

Todavía hoy la ciencia desconoce cómo ellos pudieron esculpir esas maravillosas calaveras de cristal sin tener a su alcance la tecnología requerida de avanzada para pulir diamantes. Si bien ahora se argumenta por los entendidos que esas calaveras fueron hechas en el siglo XIX. Sin embargo, a la luz de mis modestas investigaciones, y observando detenidamente la ubicada en el museo de Londres y otras, pienso que el gran mérito de haber trabajado de ese modo la obsidiana, pertenece a los mayas y mexicas.  

En «La calavera de cristal» (pudo también haberse titulado como «El primer romántico», por qué no) se describe una fábula que espero y deseo, prosiga atrapando y complaciendo la avidez del lector. Por la buena acogida que tuvo por parte de los lectores y de la crítica especializada en su primera aparición, decidimos materializar su segunda edición. Estoy persuadido de que esta novela que trata la toma de La Habana por los ingleses se convertirá en preciada página, una más, la cual estimulará a la narrativa cubana hacia otras fascinantes ficciones del mañana, para beneplácito de la literatura cubana llena de atrevidos episodios. 

¡Muchas gracias de nuevo!

El autor.


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Comentarios

Una respuesta a «La calavera de cristal (I)»

  1. Avatar de Elda Yanez
    Elda Yanez

    Estimado amigo,
    Leí tu artículo y me parece muy interesante. Coincido contigo en que la obsidiana fue utilizada por las civilizaciones indígenas de América Central y del Sur donde existen formaciones volcánicas. Ellos se especializaron en esculpir esta piedra volcánica para fabricar lanzas, flechas y objetos decorativos que reflejaban su cultura… y como lo hacían? Es difícil de imaginar 🥹
    He leído el tema de las Calaveras de cristal previamente y se dice que son trece pero solo ocho han sido encontradas. Y las otras cinco? Cómo podemos saber que verdaderamente existieron? Hemos aprendido a leer los jeroglíficos que perpetuaron su cultura, en su totalidad?
    Sería muy interesante poder comprender y determinar con exactitud toda la información que se ha ido encontrando de las formaciones sociales prehistóricas.
    Me interesa mucho e indago continúamente toda información relacionada con la prehistoria, flora y fauna… todos esos confines de sabiduría han captado siempre mi atención.
    Comprare tu libro. Me interesa porque te has tomado un precioso tiempo para investigar y dar forma a tu historia.
    Un fuerte abrazo Acuario😘
    Elda

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