Manzano: una rareza de la esclavitud

Crueldad infinita. Así, bajo esa inclemencia de la gente que lo rodeaba, transcurrió la existencia del poeta y esclavo negro Juan Francisco Manzano. Sufrió en carne propia el terror de la esclavitud imperante en el siglo XIX en Cuba. Nació esclavo en 1797. Sus padres y hermanos eran también esclavos domésticos. A algunos de los hijos, los padres lograron comprarles la libertad, pero lamentablemente ese logro, no pudo materializarse en el caso de Manzano, libertado cuando ya era adulto.

Dos provincias cubanas, Matanzas y La Habana, pueden disputarse la vida de este singular poeta. Esto, por coincidencia, lo une a la figura de Plácido; ambos tienen en común que se movieron entre esas dos ciudades y también en sus zonas rurales. El Callejón de Jústiz, en las cercanías de la Plaza de Armas, quizás sería el mejor punto habanero que pudiéramos identificar con él. Allí residía la marquesa Jústiz de Santa Ana, su primera propietaria. Su vida fue triste: la infancia, la adolescencia y hasta el modo en que murió.

Era un niño tan inteligente que aprendió a leer y escribir prácticamente solo y, por supuesto, como lo harían otros esclavos, a escondidas, sobre todo de los amos. Después dejó de esconderse de sus compañeros esclavos para crear versos.  «Protege Musa amada / protege a tu poeta», reza en unos versos de Manzano. ¿Por qué pide protección? —se pregunta la intelectual cubana Ana Cairo en su ponencia sobre la vida del poeta esclavo negro—. Precisamente porque era un poeta excepcional y muy singular en la historia de la literatura cubana, que trasciende sus fronteras e interesa hasta en el ámbito de la lengua española. Se sabe que fue uno de los pocos en el mundo que escribió y publicó siendo esclavo. Fueron muy pocos los escritores esclavos. Prácticamente todos escribieron (en especial sus memorias) después de su liberación. Esta faceta tiene que ser más realzada a la hora de hablar de Manzano, de la esclavitud y de los problemas de la cultura cubana.

Manzano es un caso extraordinario de autodidactismo. Se debe admirar su ansia de conocer, el deseo de aprender, de ir hasta el máximo de sus posibilidades como intelectual, más allá de las condiciones históricas que a su grupo social le tocaron en la época. Fue esclavo doméstico y siéndolo empezó a escribir. Pero la primera forma de manifestarse como poeta fue la oralidad. Recitaba o narraba para otros niños, esclavos como él, y algunos solidarios entre los hijos de los amos. Como él dice en su Autobiografía, inventaba historias y poemas para ellos. Por supuesto, de aquello no quedó nada escrito. Se da a conocer como poeta en 1821, a los veinticuatro años. Sus poemas líricos aparecen en un folleto financiado por intelectuales blancos. Se trata de una rareza. En 1817 España firmó un tratado con Inglaterra para comenzar la liquidación de la trata negrera. Se inicia un largo proceso para deshacerse de la esclavitud, que llegaría hasta 1886. Cuando se firma el tratado, se establece un plazo de tres años para que sigan entrando esclavos de manera legal. Cuando Manzano publica su primer libro, en 1821, hace apenas unos meses que se ha vencido dicho plazo. El joven José María Heredia también escribe un poema para festejar dicho acontecimiento. El fin legal de la trata negrera no significa que desapareciera como negocio floreciente, impulsor de numerosas grandes fortunas. Hasta más allá de la década de los 60, se mantuvo ilegalmente.

En 1821, Manzano publica no solo el primer libro sino también algunos poemas en revistas. Los intelectuales habaneros contrarios a la trata negrera visibilizaban su caso como una modalidad indirecta de propaganda: protegerlo, solidarizarse, era aludir a los deseos soterrados de que se fuera avanzando por fases a la liquidación futura de la esclavitud. Manzano escribe sus poemas utilizando elementos de la poesía neoclásica: inventa el nombre de Lesbia para su novia, al modo de los siglos XVI al XVIII y reitera motivos dentro del canon de la poesía amorosa. No renueva: pero no se le puede pedir más a este singularísimo autodidacto. En 1835, se torna famoso desde las publicaciones, pues los intelectuales románticos cubanos lo promocionan a partir de un movimiento social y cultural para conseguir su libertad. Al año siguiente ya se ha reunido el dinero para pagar su libertad. El acto de justicia y solidaridad ha sido rápido, porque se sabe que el bardo esclavo ha estado sufriendo muchísimo. Su nueva ama, la marquesa de Prado Ameno, lo odia tanto que le hace la vida un infierno. Presionada por la fama del esclavo, pone un alto precio para libertarlo. Mientras se reúne el dinero, lo somete a todo tipo de humillaciones.

En 1835, como forma de pagar, de alguna manera, a los que están luchando por su libertad, Manzano atiende a un encargo social. Se le pide que escriba una autobiografía que, de modo absoluto, es una de las pocas cosas que existen en el mundo hecha por un hombre aún esclavizado, como lo fueron los poemas de 1821. Quien mejor verificó esto fue otro intelectual cubano, Roberto Friol, el gran poeta, Premio Nacional de literatura, quien investigó la vida de Manzano y logró establecer que este escribe la Autobiografía ese año, cuando aún era esclavo. Debemos remarcar que esto es una singularidad mundial, porque ni en los cursos de literatura se insiste en ello. Hubo otros esclavos, un ruso, un estadounidense, que escribieron autobiografías, pero ninguno lo hizo en el momento en que eran esclavos. La Autobiografía de Manzano realmente contaba de dos partes; la de 1835, en su condición de esclavo, y una segunda parte que escribe ya siendo libre y que está perdida. Es un texto incompleto porque, hacia 1837, Ramón de Palma perdió el segundo manuscrito.

Como no se podía publicar en Cuba, su historia se difundiría en el extranjero. Manzano escribió sus textos y se los entregó a Domingo del Monte, quien desempeñó un determinado papel en la construcción de un movimiento por lo menos de intenciones antitratistas. Este le entregó una copia a Richard Madden, un funcionario de la Embajada británica, enviado como parte de este movimiento abolicionista, quien se llevó esos materiales a Londres, los tradujo al inglés y se publicaron en una edición que comprende algunos poemas de Manzano y la primera parte de ese texto que se llamó Autobiografía de un esclavo. Esa primera parte de la Autobiografía trata de cómo fue su infancia, quienes son sus padres, sus hermanos, el trato que recibió de los diferentes amos. Su primera ama (la Jústiz de Santa Ana), con una mirada hasta cierto punto de vista europeizante, lo trató como si fuera una especie de monito de feria, de payasito de la vida familiar. Lo exhibía a sus amistades, lo ponía a recitar, lo sacaba en las tertulias. Estaba al servicio de su ocio y del entretenimiento de sus amos filantrópicos. Pero también le daban tiempo libre para leer, podía escribir, podía expresarse: eso le dio al muchachito un espacio de desarrollo.

Pero después cambiaron los amos, y en este segundo momento ya vamos a encontrar la sevicia, la crueldad, el hostigamiento y, pudiéramos decir, hasta la envidia. Seguramente su ama disfrutaba. Una de las cosas más importantes del texto de Manzano es cómo cuenta la política de la crueldad. Porque a veces pensamos esta es solo el cepo, el bocabajo, el latigazo, pero existe la crueldad psicológica, la humillación a la dignidad de la persona. El texto de Manzano debería estudiarse en las escuelas, para ampliar la imagen de la esclavitud, y enseñar que no era solo un problema económico, sino que afectaba las entrañas más profundas de la subjetividad humana. Ese hombre que ha crecido con traumas reales, que tiene un miedo muy justificado a alguna nueva represalia, escribe con sumo cuidado. Se autocensura: solo cuenta lo que cree que podría ser aceptado. En consecuencia, a la hora de la lectura no debe olvidarse que el relato es inferior a las crueldades vividas.

La Autobiografía circuló de manera interna entre la intelectualidad cubana: se pasaba de una mano a otra. No se publicó en Cuba hasta 1937. Lo que más trascendió fue la edición en inglés, Manzano es, después de José María Heredia, el autor cubano más traducido al inglés, y más circulado en esa lengua, y uno de los pocos autores cubanos traducidos en la primera mitad del siglo XIX. Por lo tanto, a través de la traducción de Madden, su impacto fue internacional. Después del año 37, cuando ya es un hombre libre (sabemos que su libertad fue comprada en 1936), se mantenía  haciendo dulces. Al parecer esa fue su decisión, muy lógica y sabia. Tenía miedo de ser muy visible, de llamar la atención y de que pudiera volver a su antiguo estatus de esclavo. Esa pérdida de visibilidad se va a acentuar en 1844, el año de la Conspiración de La Escalera, cuando es detenido y estuvo un año preso. Su vida corre peligro y en esas complejas circunstancias tomará una decisión terrible: enmudecer. Como muerto vivo (ese tema que tanto le gustaba a Martí) va a permanecer nueve años más. Muere en 1854, ni siquiera la prensa recoge la fecha de su muerte.  A pesar de los sucesos que lo llevaron a prisión, va a desaparecer de la historia de la cultura cubana, de la historia de la sociedad cubana, por decisión propia.

Nos parece que algunas de estas ideas sugieren que hay que darle más relevancia a la figura de Juan Francisco Manzano. En el sistema escolar cubano debería estudiarse, o por lo menos comentarse algunos fragmentos de la Autobiografía, ese texto tan original, tan particular de la historia de la cultura cubana y también debería conocerse el soneto «TREINTA AÑOS», donde Manzano hace un balance de su vida, hasta 1827, cuando aún era esclavo.

Estimados lectores, cierro esta crónica sobre la vida de Manzano, con la publicación de su soneto «TREINTA AÑOS».

TREINTA AÑOS

Cuando miro el espacio que he recorrido
desde la cuna hasta el presente día,
tiemblo, y saludo a la fortuna mía,
más de terror que de atención movido.

Sorpréndeme la lucha que he podido
sostener contra suerte tan impía,
si tal puede llamarse la porfía
de mi infelice ser, al mal nacido.

Treinta años ha que conocí la tierra;
Treinta años ha que en gemido estado
triste infortunio por doquier me asalta.

Mas nada es para mí la cruda guerra
que en vano suspirar he soportado,
si la calculo ¡oh Dios! con la que falta.

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