Paradiso o jaque mate

El escritor cubano José Lezama Lima desde su adolescencia y juventud, a través de la poesía, se preocupó incesantemente acerca de urgar en el tema de lo cubano, buscar las raíces de los cubanos en sus manifestaciones estelares y telúricas, en la tierra y en lo espacial, buscar los símbolos secretos, las extrañas pulsaciones del aire, de las interrogaciones, de las insinuaciones, de los propios datos indescifrables, de esos raros latidos de las pausas que nos rodean, y de ese modo fue haciendo esos poemas iniciáticos y medulares como «Noche insular: jardines invisibles», «Rapsodia para el mulo» y «El coche musical», entre otros muchos. En su novela Paradiso, capitulo VII, Lezama rinde homenaje, enmascarado en aleccionadora ficción, a su tío Alberto. 

Según testimonia el propio Lezama, su tío Alberto fue como uno de los tantos que suelen aparecer en las familias, un poco tarambana, tronado y fiestero; surge entonces en medio de una escena tragicómica y después en un largo paseo, donde se presenta ese tío aparentemente frívolo, de pronto, de sopetón, con la muerte; pero en la medida que va entrando en la muerte, lo va acompañando el son y la música, las décimas lo rodean y envuelven como el humo, como una continuidad del poema «Noche insular: jardines invisibles», donde en los primeros versos lezamianos tempranamente se define el desenlace

MÁS que lebrel, ligero y dividido
al esparcir su dulce acometida
los miembros suyos, anillos y fragmentos
ruedan, desobedientes son
al tiempo enemistado…

Casi a destiempo, en cuanto a la narración de la novela, aunque respetando su orden, destaco a continuación las cuatro décimas que van como rodeando y acompañando al tío Alberto antes de su última cabalgata hacia el tenebroso valle de Proserpina. En ese vagabundeo nocturno, en medio del paseo interminable entre restaurantes, automóviles, guitarras y trovadores, se canta la primera décima: Le digo al amanecer / que venga pasito a paso / con su vestido de raso / acabado de coser. / El sinsonte vuelve ya / a levantarse en el cantío / que va murmurando el río / con alegre libertad. / Su casa, en el caserío / humea azul el cantar. 

Y por insistencia del propio Alberto, el trovador canta la segunda décima:  Es el alba, en su rocío / la hoja pregunta al tacto / si es su carne o cristal frío / lo que siente en su contacto. / Rueda la hoja al río / y en engaño se desliza /es la moneda que irisa / el curso de la fluencia. / Es la brisa, una ciencia / de lo eterno se divisa. 

No se sabe a ciencia cierta que veía el trovador en ese instante, pero de nuevo soltó el canto de la tercera décima: Ceñido el amanecer / los blancos de Zurbarán / pompas del rosicler. / Los anillos estarán / con el pepino y el nabo / de las huestes de Satán. / Cualquier fin es el pavo / tocado por la cabeza / pero ya de nuevo empieza / a madurar por el rabo. 

Alberto insiste en ir a Marianao, y el trovador con las manos casi entumecidas por la frialdad de la madrugada, logra soltar de nuevo su canto en la cuarta décima:

Un collar tiene el cochino
calvo se queda el faisán,
con los molinos del vino
los titanes se hundirán.
Navaja de la tonsura
es el cero en la negrura
del relieve de la mar.
Naipes en la arenera,
fija la noche entera,
la eternidad… y a fumar.

Pero el trovador al terminar su canto, lanza un grito aterrador: el automóvil se ha estrellado contra la barrera que indica el pare, porque enfrente y como cruel atraviese en la carretera surge una locomotora negra que trae detrás varios vagones. El chofer recibe un golpe del timón que se le clava en el pecho y el automóvil es arrastrado por el tren. Alberto se ha estrellado contra el parabrisas y luego de otros macabros giros queda degollado. Vienen los auxilios pero es inútil. Alberto muere desangrado.

Luego supimos, gracias a Eloisa, hermana de Lezama, que en la vida real Alberto se había ahorcado en el recinto de un calabozo, después de haber sido detenido por una trifulca. Mas como ya dijimos, Lezama en su novela Paradiso, en el capítulo VII que nos ocupa, decidió a través de ficción edificante, rendirle el homenaje que, a su juicio, merecía su querido tío Alberto.

Seguidamente se nos abre el incomprendido y polémico capítulo VIII de Paradiso. Esto significó que los detractores de la novela calificaran la misma de ser una obra pornográfica (corría el año 1966). Por esta razón, censurable en todas las direcciones inimaginables e insólitas, la obra ya editada fue retirada de todas las librerías cubanas. Paradiso, en pocas palabras, paralizó La Habana.

Lezama, como es lógico, se expresó disgustado ante la reacción de repulsa de su obra por parte de las autoridades cubanas de ese entonces, pero mostrando sin embargo una dignidad personal muy difícil de igualar. Especialmente, Lezama consideraba que uno de los mejores capítulos de la novela y de mayor creación en cuanto a metáforas, alusiones y elevadas alegorías, estaba precisamente en el capítulo VIII, acusado de ser un capítulo más indecente que homoerótico literario.

En apoyo a Lezama surgieron las voces de intelectuales prestigiosos, tanto nacionales como extrajeros: los escritores cubanos Cintio Vitier y Vigilio Piñera, el escritor argentino Julio Cortazar, el escritor peruano Vargas Llosa y los escritores mexicanos Fernando Del Paso y el Nóbel Octavio Paz, entre otros. Del Paso escribió: Paradiso es la mejor novela que he leído en mi vida. Paz escribió: Leo a Paradiso poco a poco, con creciente asombro y deslumbramiento. Un edificio verbal de riqueza increíble; mejor dicho, no un edificio sino un mundo de arquitecturas en continua metamorfosis y, también, un mundo de signos —rumores que se configuran en significaciones, archipiélagos del sentido que se hace y deshace— el mundo lento del vértigo que gira en torno a ese punto intocable que está ante la creación y la destrucción del lenguaje, ese punto que es el corazón, el núcleo del idioma… 

Cortazar expresó: En sus instantes más altos Paradiso es una ceremonia, algo que preexiste a toda lectura con fines y modos literarios; tiene esa acusiosa presencia típica de lo que fue la visión primordial de los eléatas, amalgama de lo que más tarde se llamó poema y filosofía, desnuda confrontación del hombre con un cielo de zarpas de estrellas. Una obra así no se lee, se la consulta…

Mas de cincuenta años después de su aparición, Paradiso sigue siendo una novela que rompe con los cánones de la literatura tradicional y que impone un gran reto al lector. Incluida en la lista de las 100 mejores novelas en español del siglo XX del periódico español «El Mundo».

Y como cierre conmovedor de esta crónica, ofrezco el maravilloso poema de su amigo Virgilio Piñera dedicado a José Lezama Lima en el dia de su fallecimiento:

«El hechizado»

                                                                        A Lezama, en su muerte

Por un plazo que no puedo señalar
me llevas la ventaja de la muerte
lo mismo que en la vida, fue tu suerte
llegar primero. Yo, en segundo lugar.
Estaba escrito. ¿Dónde? En esa mar
encrespada y terrible que es la vida.
A ti primero te cerró la herida:
mortal combate del ser y del estar.
Es tu inmortalidad haber matado
a ese que te hacia respirar
para que el otro respire eternamente.
Lo que hiciste con el arma Paradiso
—Golpe maestro, jaque mate al hado—.
Ahora respira en paz. Viva tu hechizo.

De este escritor cubano José Lezama Lima sugiero a los lectores leer las siguientes obras:


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Comentarios

Una respuesta a «Paradiso o jaque mate»

  1. Avatar de Virgen Gutiérrez
    Virgen Gutiérrez

    El cronista. Novelista y poeta Orlando Hechavarria Fiol ha logrado una hermosa imagen de la novela Paradiso del habanero José Lezama Lima
    Su enjundiosa crónica nos trasmite un acercamiento a la emblemática novela que en poco tiempo, luego de su publicación , recibió la aceptación universal . Hoy está considerada la más importante del siglo xx por algunos de los relimbrados críticos de España y América Latina. Felicidades al Cronista.

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